“La historia, como el drama y la novela, es hija de la mitología. Es una forma particular de comprensión y expresión donde, igual que en los cuentos de hadas de los niños y en los sueños propios de los adultos sofisticados, no está trazada la línea de demarcación entre lo real y lo imaginario. Se ha dicho, por ejemplo, de La Ilíada que el que emprende su lectura como relato histórico halla enseguida la ficción, y el que, por el contrario, la lee como una leyenda, halla la historia.”
Estudios de la historia, Arnold J. Toynbee.
Esta es una novela de aventuras, una fantasía épica ambientada en la América Precolombina, que utiliza como sustento argumental diversas leyendas de origen mapuche, aonikenk y selknam, apoyándose asimismo en otros tantos cuerpos mitológicos; lo que se intenta es integrar, por un lado, sus elementos superficiales, y por otro, su cosmovisión profunda como piedra y argamasa en la construcción de un mundo coherente y sólido, en el cual dioses, armas mágicas y héroes de antaño, conviven y se combinan de manera orgánica, no de forma azarosa ni por capricho. De esta manera, se persigue usar los elementos comunes de estas culturas para intersectarlas unas con otras, y, por lo demás, no solo retratar las leyendas y las costumbres de la época mitológica de los pueblos originarios del continente americano, sino también el espíritu de sus gentes.
El Martillo o hacha de Pillán, la Pillantoki, está presente en la leyenda del Cacique Latrapai, y los seres fantásticos que pueblan la tierra, el Trauko, Kai Kai Vilú, Pirepillán, los laftraches, los ilochefes y el alicanto, se encuentran presentes en el folclor chileno y los relatos mapuche, que por ser de naturaleza oral, muestran sutiles variaciones, dependiendo de la zona geográfica donde han sido recogidos. Una mención especial merece uno de los mitos que dan origen al antagonista de esta novela: la existencia de un matriarcado original y una matanza de las mujeres adultas por parte de los hombres, es un relato recogido en Chiloé, tierra huilliche (Gente del Sur). Estos hombres fueron aculturados por los mapuche originales, cuyo territorio se enmarcaba entre el río Itata y el Toltén. La misma leyenda, en una versión más completa, se cuenta en las narraciones onas de Tierra del Fuego, donde se relata que cuando los hombres se dieron cuenta de que las mujeres se disfrazaban de dioses para sustentar su autoridad, los hombres las mataron para luego tomar ellos ese papel; de esa manera, en el ritual de paso (llamado hain por los patagones) los jovencitos que se convierten en hombres heredan de sus padres la verdad sobre los dioses y la responsabilidad de mantener la tradición. En nuestra opinión, el hecho histórico que encubre esta leyenda es una reminiscencia selknam sobre la cultura de los mapuche chilotes, sin embargo, la tomamos como parte del cuerpo mitológico mapuche para construir el escenario histórico/mitológico de nuestro relato.
Lo mismo pasa con El-Lal, Goshe y el Gualicho, de los aonikenk, o Gugnir, las Nornas, el Pozo de Urd, Irminsul, Mimir, el Jardín de las Hespérides, Yefefiah, Agartha y el sol oscuro; todos estos elementos, así como varios otros relatos, fábulas y leyendas, han sido tomados de diversos cuerpos mitológicos existentes: algunos han sido más o menos modificados y apropiados en función de esta novela, observando, eso sí, un respeto hacia su naturaleza y sus funciones mitológicas.
Cuando hablamos de la conexión mapuche-aonikenk, podemos ver que esta se da de forma natural, pues ambos pueblos pertenecen a territorios vecinos y hay registros en la historia oficial de sus constantes relaciones bélicas y comerciales. Sin embargo, en esta novela nos aventuramos más allá, y ponemos atención a relatos y descubrimientos que perturban la historia oficial: nos referimos a los abundantes hallazgos arqueológicos sobre el paso de la cultura china en la America Precolombina y al evidente origen africano de la cultura olmeca, fenómeno atestiguado por el hallazgo de juguetes mayas con ruedas en una civilización que supuestamente aún no la había descubierto, o incluso el de pequeñas figurillas de oro, encontradas en las selvas de Colombia, que semejan aeroplanos con colas verticales. Justificamos la conexión maya-mapuche mediante el descubrimiento de un observatorio astronómico en una de las Islas del Archipiélago de Juan Fernandez, y la relación entre las culturas mapuche y vikinga tanto en la forma en que estas dos etnias construían sus casas, en los trompes (instrumento musical originario de la cultura mapuche y tehuelche) descubiertos en tumbas nórdicas, en la figurilla de un Mjolnir encontrada en territorio mapuche, y en la evidente similitud de sus símbolos mágicos. En este contexto, conectamos también la leyenda de los mapuche rubios de Boroa (una provincia mapuche) con el nombre Bor, padre de Wotan, Odín, el líder de los dioses nórdicos que proviene de la rama de los Aesir.
Otro elemento que debes tener en mente, querido lector, antes de que te sumerjas en la epopeya de Lientaro y Kutralrayén, son las consideraciones respecto a la cultura mapuche, sobre todo en lo concerniente a su equipamiento bélico precolombino. Normalmente nos imaginamos a los nativos americanos, y en especial a los mapuche, como a salvajes que iban a la batalla desnudos y atacaban en hordas desordenadas. Esto se debe, en parte, a que estas gentes no construyeron templos de piedra ni dejaron registros perennes, pues se trataba de una cultura de la madera y consideraban que la naturaleza misma era su templo, una naturaleza tan feraz que se ha tragado la mayoría de los vestigios arqueológicos que nos pudiesen entregar mayores pistas respecto a su complejidad. Sin embargo, los cronistas españoles que documentaron los primeros enfrentamientos entre los tercios ibéricos y los guerreros araucanos, describen no solo armaduras y celadas hechas de madera, mimbre, cuero de lobos marinos y barbas de ballena, todas ricamente coloreadas y ornamentadas, sino también un orden militar preciso, con escuadrones que entraban en la lid bien formados y que avanzaban de manera ordenada y coordinada. Aún más impresionante es la noción del combate singular, al cual más de un español fue desafiado durante la guerra de Arauco, en el cual el imperio español fue derrotado, siendo restañadas sus conquistas americanas. Tanta es la bravura y el ingenio del pueblo mapuche, que han sido merecedores del único cantar de gesta de Latinoamérica: La Araucana, de Alonso de Ercilla y Zúñiga.
Tal es el espíritu de las gentes sobre cuya historia, costumbres y leyendas, estás a punto de leer.
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